Los medios de comunicación
han acabado por banalizar el suicidio, un tema tabú hasta hace bien poco. Y lo
era porque, según se enseñaba en las facultades y se recordaba a los becarios
en las redacciones de los periódicos, no era conveniente publicar noticias que
pudieran incitar a potenciales suicidas.
La muerte voluntaria siempre
había sido una cuestión delicada. Pero a raíz de la violencia desatada en la
televisión –donde las escenas de violencia se muestran sin ningún rubor– y de
la fuerza de Internet, las empresas de comunicación han ido relajando sus
criterios. En este sentido, resulta curioso que, mientras el lenguaje tiende
ahora a envolver la realidad con eufemismos, las imágenes se muestren con toda
la crudeza. Éstas, si retratan crímenes, atentados contra las personas y violencia
de toda índole, se acompañan de textos bien explícitos.
Valga como ejemplo este
titular publicado hoy en la web de El
Mundo: “Se suicida el seleccionador ruso de voleibol femenino”. En la
información se precisaba: “Estuvo muy mal tras la derrota”, que dejó sin
opciones de medalla a su equipo en las recientes Olimpiadas. Hoy mismo, los
periódicos digitales han reproducido con todo lujo de detalle, a través de You Tube, la secuencia en la que un
líder sindical italiano intentaba cortarse las venas, en medio de una rueda de
prensa, como protesta contra el cierre de una mina de Cerdeña.
Ayer, sin ir más lejos, la agencia Efe difundía la siguiente
información: “Una mujer de mediana edad murió la pasada noche tras rociarse con
un líquido inflamable y prenderse fuego en un cajero de una entidad bancaria”.
El suceso, ocurrido en Barcelona, tuvo su reflejo en diversos medios
informativos. Al detenemos en El
Periódico de Catalunya, veíamos que a su titular –“una mujer muere al
quemarse a lo bonzo en un cajero de Sant Gervasi”– se añadía el siguiente
texto, a modo de sumario: “La Policía descarta un móvil económico, ya que había
estado ingresada en un centro psiquiátrico”.
Hace unos años hubiera sido
impensable leer esta noticia, protagonizada – según el periodista– por una
persona con problemas psíquicos. Ahora, evidentemente, vivimos otros tiempos.
Los políticos –y nosotros lo permitimos– ocultan la realidad con perífrasis
absurdas. Pero no tenemos inconveniente en ver y hablar de imágenes brutales,
acompañadas de textos que antes asaltaban nuestras conciencias.
El propio tratamiento
informativo dado a la muerte del cineasta Tony Scott ha sido paradigmático.
Incluso aparecieron informaciones posteriores, aprovechando la actualidad, como
ésta publicada en La Verdad: “Un
spray nasal contra los pensamientos suicidas”. Se trataba de informar de que
“el alarmante aumento de suicidios entre soldados de Estados Unidos desemboca
en una investigación pionera”. Por su parte, en el portal CNN España se ahondaba en el asunto, con un artículo firmado por un
profesor asociado en Psiquiatría en la Universidad de Tucson, Charles Raison,
quien señalaba “las tres razones que llevan a una persona a pensar en el
suicidio”.
Este mes, tanto ha sido el interés
por aquellos que deciden quitarse la vida que, según publicaba ABC, “dos estudios relacionan las heces
de gato con el suicidio”. El culpable, de acuerdo a los investigadores de la
Universidad Estatal de Michigan (Estados Unidos), es un parásito que, además de
los excrementos, “se propaga al consumir verduras sin lavar, comer carne mal
cocida o cruda y también por beber agua de una fuente contaminada”.
Vivir para ver… y hablar de
la muerte.
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