miércoles, 14 de noviembre de 2012

Sindicatos y clase política pierden el control de la calle



Que la huelga no fue general, es un hecho. Pero que un extraordinario número de ciudadanos se echaron a la calle, para protestar en toda España, es una realidad incuestionable. 

Por mucho que la Delegación del Gobierno en Madrid rebaje la asistencia a la manifestación a sólo 35.000 personas –los convocantes hablan de un millón– las principales ciudades acogieron marchas multitudinarias. Y en ellas sí que estuvo reflejada toda la sociedad: los que trabajan, los que no tienen empleo y aquellos que hace tiempo perdieron la esperanza de encontrar algo, lo que sea.

De ahí, que el Gobierno, consciente de que la ciudadanía está tomando la calle, vaya a incrementar nada menos que un 1.780% –sí, no es un error– el gasto en material antidisturbios y equipamiento de protección de la Policía Nacional

La inversión, tal y como se indica en los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año, incluye la compra de unos 20.000 chalecos antibalas, según recogía El Mundo –citando fuentes del Ministerio del Interior– el pasado día 5.

Los gravísimos disturbios ocurridos anoche en Madrid –con una treintena de heridos, de ellos nueve policías, según informan los diarios digitales– servirán para que el Gobierno se ratifique en su idea de blindar la calle, en la medida de lo posible.

Y es que, visitando distintos puntos de la geografía nacional, comprobamos cómo la huelga –mal que le pese a CC OO y UGT– no ha tenido una gran repercusión. Salvo en Cataluña, Galicia y Asturias –y así coinciden la práctica totalidad de los medios de comunicación– la incidencia del paro ha sido menor que el 29 de mayo, cuando tuvo lugar la primera huelga contra el Gobierno de Rajoy.

Sin embargo, los dos grandes sindicatos proclaman que la huelga general ha sido un “éxito”, con un seguimiento del 76,7%, “y retan al presidente del Gobierno a convocar un referéndum sobre sus recortes”, según leemos en Público, uno de los medios que durante los días precedentes más habían calentado la protesta. 

En el otro rincón del ring, La Razón, ya destacaba anoche que “las manifestaciones cierran un día marcado por el fracaso de la huelga”. Este diario madrileño, para ahondar en la herida sindical, resaltaba que los convocantes cifran “el seguimiento del paro en un 12% menos que el 29M”. Para esto, como en todo, los españoles nos las ingeniamos como nadie para excavar trincheras y, claro, crear bandos irreconciliables. 

Guerra de cifras aparte –en un país con seis millones de personas que no acuden al trabajo por carecer del mismo, cualquier huelga nace con un serio hándicap– la ciudadanía sí tiene claro que la calle es suya. Y esto es un serio problema para el Gobierno, el conjunto de la clase política y los propios sindicatos

Porque se les está yendo de las manos el control de la sociedad, y eso sí que es otra realidad incuestionable. Los sindicatos cada día representan a menos trabajadores y el hartazgo de los ciudadanos hacia la clase política es más que evidente. 

Mientras tanto, la Policía no hace más que pedir refuerzos y se pertrecha con escudos, palos y pelotas de goma. La cosa, se mire como se quiera, pinta mal.

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