domingo, 16 de diciembre de 2012

España es un Ferrari de segunda mano estrellado y para el desguace


España es como un Ferrari de segunda mano que, al primer día de usarlo, va y se estrella por una carretera de Mallorca. Como le ocurrió hace unos días a Toni Vanrell, un empresario mallorquín que pretendía hacer negocio con el deportivo, a cuenta de los rusos que se pasean por la isla.

Y es que nuestro país no aprende y sigue anclado en la idea de que hay que dar el pelotazo, como sea. Por muchos años de crisis que llevemos a cuestas, la cuestión es hacer dinero rápido y salir quemando ruedas. A ser posible, con una despampanante rubia de copiloto. Y, claro, a toda pastilla, a bordo de un Ferrari, un Porsche o un Maserati. Pero, eso sí, aunque de segunda mano –como el Cavallino rampante del empresario mallorquín por el que le soplaron 150.000 euros– la máquina tiene que ser de primera.

Y ya que estamos de celebración, nada mejor que un macrofestival. Allí, en el aparcamiento VIP, podremos estacionar nuestro último modelo y hacer una entrada triunfal en el recinto. La cuestión es dejarse ver y que nos vean. Porque éste es un país de seis millones de parados, perdido para la causa, donde las apariencias cuentan mucho.

O estás con los que manejan, y tiene que notarse, o te quedas con los pringaos que pagan impuestos y no les devuelve Hacienda, como a Díaz Ferrán, a quien volveremos a ver –más pronto que tarde– montado en su Rolls Royce. 

Los españoles nos hemos convertido en unos mercenarios que bloqueamos la centralita de la embajada de Canadá para cazar un trabajo en Québec, que es la tierra prometida de los independentistas catalanes. Y somos tan chuletas, o inconscientes, que no nos importa saber que allí la temperatura media de enero oscila entre los -8 y -17 grados centígrados.

Antes de marcharnos –si hemos tenido suerte, y chapurreamos algo de inglés o francés– querremos disfrutar de un fiestón electrónico. Da igual que hubiéramos estado la noche de Halloween en el Madrid Arena. Haremos como Javier y Jaime, dos amigos de Cristina y Rocío, víctimas de la avalancha mortal, que declaraban este fin de semana a El Mundo que la vida tiene que seguir. Y que, por ello, planean viajar a Croacia –junto a varios íntimos de las fallecidas– para asistir a otro festival de música electrónica.

Y es que, según reconocen con naturalidad, “no te planteas dejar de salir igual que sigues conduciendo, a pesar de que hay accidentes de tráfico”. Por su bien, y el de otros conductores que circulen en dirección contraria, esperemos que Javier y Jaime no se pongan a los mandos de un Ferrari 458 Spider automático como el del accidentado empresario mallorquín. 

España, desde luego, está para el desguace.

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