Hemos pasado del optimismo
patológico de ZP al cenizo del CIS. Y es que, por mucho que diga Rajoy, en España pocos se creen aquello de que la crisis acabará en 2013. Así,
no es de extrañar que la agencia Europa
Press nos anuncie que ocho de cada diez ciudadanos vamos a sufrir durante
estas Navidades síntomas de
ansiedad, estrés o melancolía.
Pero es que, en un país tan belenista con éste –con muchos en estado
de shock desde que al Papa le dio por ejercer de aguafiestas, dejándonos sin burra ni buey en el portal– hay margen
para pocas alegrías. Y ya, si añadimos que, según Benedicto XVI, los Reyes Magos procedían de Andalucía –que hoy es líder absoluto de
paro– la cosa se torna preocupante. Si es que hasta la profecía de Los Mayas anticipa que el fin del mundo
llegará la víspera del Gordo de Navidad.
Lo dicho, todo se pone en contra de nosotros.
Para colmo, y si nos
atenemos a la última encuesta del Centro
de Investigaciones Sociológicas (CIS), del mes de noviembre, siete de cada
diez españoles se declaran insatisfechos con la democracia. Ahí es nada. Pero
es que, con casi seis millones de parados, resulta que uno de cada cuatro de
los que aún conservan su empleo cree que lo perderá durante los próximos meses.
Por si fuera poco, seis de
cada diez españoles no saben cuándo se aprobó esa Constitución a la que apelan los políticos que dicen defender la
unidad de España. Como guinda, más de la mitad de la población mayor de edad,
según el sondeo encargado por el Gobierno, tiene una mala opinión de la Carta Magna. Qué desastre...
Y como ya sabemos que del
extranjero últimamente no llegan más que malas noticias, no hay que
sorprenderse de que –según el informe anual de Transparency International– empatemos en corrupción con Botswana. Pues tiene su gracia que estemos
al mismo nivel del país elegido por el Rey
para liarse a tiros con los elefantes. Claro, que siempre nos quedará
el consuelo de tener unas instituciones menos corrompidas que Estonia y Bhután, que están justo por detrás de España en esa incómoda
clasificación.
Con todos estos indicadores,
es comprensible que los españoles lleguemos a fin de año con la libido por los
suelos. Y es que, según confirmaba hace unos días el Estudio Europeo sobre Satisfacción Sexual, uno de cada tres ciudadanos reconoce que ha perdido el deseo a consecuencia de la crisis.
Nos encontramos tan deprimidos que, de practicar el sexo una media de dos horas a la semana en
2010, ya no pasamos de 34 gozosos minutos. Y es que los españoles, con tanto
gafe y malas noticias, no estamos para casi nada.
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