Sería magnífico que el Museo Nacional de Arqueología Subacuática
(ARQUA) de Cartagena acogiera,
junto al tesoro de la fragata Las
Mercedes, el kilo de oro que la Policía
ha intervenido hoy a Gerardo Díaz Ferrán, el anterior presidente de
la patronal.
La magna exposición
mostraría las 212 piezas de oro y el más de medio millón de piezas de plaza
recuperadas por el Gobierno español,
tras el litigio mantenido con la empresa cazatesoros Odyssey. Junto a ellas, como símbolo de la España del pelotazo político-inmobiliario, los visitantes contemplarían el kilo de oro del ex
presidente de la CEOE, detenido en
el marco de una operación a la que han denominado Crucero, que ya tiene
gracia.
Y es que el arresto del
otrora respetado patrón de Viajes Marsans, esa compañía que dejó en
tierra hace dos años y medio –hay que ver cómo pasa el tiempo- a decenas de
miles de personas que esperaban irse de veraneo, le puede deparar unas
Navidades en la sombra. Toda una metáfora más de la crisis de valores española,
repleta de antiguos prohombres y personajes ilustres como Rodrigo Rato o Iñaki Urdangarin, por citar un par de nombres.
Ya puestos, el paseo
marítimo de Cartagena, cuyos locales de ocio no terminan de arrancar, se animaría
con la exposición de los automóviles de alta gama que, a buen seguro, irán
apareciendo a medida que avance la operación. Los cruceristas –que por miles visitan la ciudad cada año– también
disfrutarían de la ingente cantidad de monedas de plata que transportaba Las
Mercedes, y que fueron acuñadas en Lima.
La capital peruana –qué ironía–
era uno de los destinos de los miles de pasajeros a los que Air Comet –otra de las ruinosas
compañías de Díaz Ferrán– amargó las Navidades
de 2009. Y es que la aerolínea tenía una media de seis vuelos diarios de ida y vuelta
a Sudamérica y el Caribe, operando diariamente, además de
Lima, con enlaces a Guayaquil, Buenos Aires, Bogotá, La Habana y Quito.
Aquel episodio, que arrancó
con el embargo judicial de 13 aviones y acabó con la suspensión de la licencia
de vuelo por parte del Ministerio de Fomento, fue el principio del fin del
empresario hoy detenido. Y también de su socio, Gonzalo Pascual, que murió el pasado junio a consecuencia de un
infarto, ya que su corazón –según apuntaron entonces fuentes de su entorno– no
había podido soportar “tanta injusticia y la terrible presión”.
Muchos españoles,
trabajadores honestos y cabales, tampoco están aguantando la presión de los Expedientes de Regulación de Empleo y los embargos. Ni tampoco los desahucios. Por eso, ver el oro de Marsans junto al tesoro del Odyssey, a lo mejor, reconfortaba a más de uno. Aunque sólo fuera un
poco.
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