miércoles, 4 de julio de 2012


La inagotable línea roja

La Delgada Línea Roja, tan magnífico documental al mejor estilo National Geographic como plomiza película sobre la Segunda Guerra Mundial, marcó un hito en el lenguaje utilizado por la mediocre clase política y que reproduce con fruición la adocenada tribu periodística. Así, desde que el enigmático –y sobrevalorado– Terrence Malik recibiera el sonoro aplauso de la crítica y la incomprensión de un ejército de espectadores –como sucedió más recientemente con El árbol de la vida–, los recortes aplicados por la crisis económica no debían ‘traspasar determinadas líneas rojas’. Y qué decir de las conversaciones entre los sesudos dirigentes del PSOE y PP a la hora de ‘marcar las líneas rojas de la lucha antiterrorista’. Por no hablar de otras ‘líneas rojas’ que, en el grandilocuente lenguaje de determinados políticos regionales, ‘no había que traspasar nunca en materia de cesión de competencias’.
La propia crisis, en todas sus variantes, ha convertido la vida del común de los mortales en un campo minado de amenazas, prohibiciones e inevitables ‘líneas rojas’. Porque así se encargan de recordárnoslo políticos y articulistas desde que, en 1998, se estrenara el film –The Thin Red Line, en su título original– sobre la campaña del Pacífico y la cruel batalla de Guadalcanal. Aunque los orígenes de la célebre expresión –que dio título al libro de James Jones en el que se inspiró la película– haya que buscarlos en la guerra de Crimea, a mediados del siglo XIX.
Tres lustros han pasado desde que James Caviezel, en su papel de inocente y emotivo soldado Witt, en medio de una nómina de estrellas en pequeños papeles –como Clooney, Nolte o Penn– reflejaran el absurdo terror de la guerra. E imborrable y machacón ha sido el legado de La Delgada Línea Roja en el lenguaje de los medios de comunicación. Mucho más ahora que se nos reproduce un presente salpicado de trampas mientras que el futuro se divisa como una colina extraordinariamente escarpada en la que nos espera un batallón de aguerridos adversarios dispuestos a enviarnos al infierno.
Una web de reciente creación, www.lineasrojas.org, alentada por un grupo de militantes y simpatizantes del PSOE, reivindica ‘unas líneas irrenunciables’, que ellos aseguran ‘defender con fuerza’. El mismo ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, reconocía a finales de abril haber traspasado ‘líneas rojas’ en educación, debido a la desastrosa situación de las finanzas españolas.
Son dos ejemplos de que la expresión está más viva que nunca. Y es que, impertérrita a las modas, se retroalimenta con las malas noticias. Como los partidos de oposición y la prensa de toda la vida.