sábado, 5 de enero de 2013

España, ese país donde los pobres se gastan el aguinaldo en percebes


Los Reyes Magos han sido boicoteados en Madrid por unos trabajadores del Metro que, según el consejero de Transportes, cobran al mes una media de 35.000 euros y en los últimos cuatro años han acumulado una subida de sueldo del 20%. Nada menos.

Así no es de extrañar que unos coruñeses se dieran en Nochebuena un atracón de percebes y jamón ibérico con la extra que los concejales de Sada cedieron a las 62 familias más desfavorecidas del municipio. En esta España, donde seis de cada diez parados no creen que vayan a encontrar trabajo en un año, se vive al día y el que no corre vuela. 

Y es que cuando la secretaria general del PP, y presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, tiene un descuido al no declarar 7.000 euros que cobró como diputada regional y Jesús Hermida se olvida de preguntarle al Rey por los negocios de su yerno, cualquier cosa es posible. 

Por ejemplo, que los empleados del metropolitano de la capital estén en pie de guerra mientras que, según ha revelado la Comunidad de Madrid, tienen derecho a viajar gratis y a once días extras de vacaciones, entre otros privilegios. 

Con un presidente del Gobierno que cobra dietas por alojamiento en Madrid, cuando vive en ese Palacio de la Moncloa que pagamos todos, y una Generalitat de Cataluña que prefiere cerrar quirófanos a despedir propagandistas de su televisión autonómica, nada puede extrañarnos. Ni siquiera que seis mandos militares hayan sido procesados por quedarse con dinero de los estudiantes en una residencia universitaria. 

Y es que, en Sevilla y al más puro estilo del Siglo de Oro, dos coroneles, dos comandantes, un capitán y un subteniente –en connivencia con un par de empresarios– están acusados de desviar 300.000 euros que transformaron, entre otras viandas, en jamón ibérico, lomo, gambas y langostinos. Todo ello –mientras que los alumnos decían pasar hambre– era convenientemente regado con whisky Cardhu, entre otros licores. 

España, tan propensa a los tópicos, siempre ha sido un país de bandoleros, como José María el Tempranillo, y de pillos, como el Lazarillo de Tormes. De ahí, que la comilona de esa familia de Sada –que se gastó el aguinaldo de los concejales en marisco y jamón de bellota en lugar de latas de fabada y alubias– pueda resultar incluso entrañable. Los españoles somos así.

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