Mariano
Rajoy se ha pasado al lado oscuro. No admitir preguntas de los
periodistas y leer una declaración –como si presentara un informe ante su
antigua comunidad de vecinos–, lejos de beneficiarle, hundirá aún más su
maltrecha imagen. El presidente no aprende. Y lo peor es que este autista de la
política –incapaz de comunicar– no tiene intención de hacerlo.
Ya le sucedió, cuando era
opositor a La Moncloa, y una pensionista le preguntó –en el programa Tengo
una pregunta para usted, de TVE–: ¿Me puede decir cuánto gana usted? Rajoy respondió: “Gano
bastante más que los 300 euros que cobra usted”, sin declarar su sueldo. Fue
demoledor en su contra y, unido a que casi muere sepultado entre sus papeles
durante el debate televisivo con Zapatero,
dejó patente que Rajoy tiene un serio problema de comunicación.
En su comparecencia de hoy
el presidente dijo: ‘Nunca he recibido dinero negro’. Sin embargo, al líder del
Partido Popular le asaltó uno de sus
tics, que ya es mala suerte. Además, mientras intentaba explicarse y resultar
convincente ante la opinión pública, el presidente del Gobierno no dejaba de
mirar sus apuntes.
“Estoy leyendo porque no
quiero sacar una palabra más alta que la otra”. La periodista que TVE envió a la sede del PP recordó esta frase de Rajoy. Otro
error del presidente y un flaco favor de la televisión pública. Porque si
pensaban que con ello echaban un capote al líder de los populares también
estaban equivocados.
Rajoy, que ha demostrado ser
un brillante parlamentario, se viene abajo –de manera incomprensible– cuando
deja la alfombra oficial y ha de relacionarse con la prensa. De ahí, que se
resista a convocar ruedas de prensa y atender preguntas por sorpresa.
No se trataba de que Rajoy
amulara este sábado la patética intervención de la vicepresidenta, Soraya Saénz de Santamaría, a quien
sólo le faltó echarse a llorar hace unos días cuando hablaba de los
desahuciados. Ni de aparecer con el rictus desencajado del Rey al pedir perdón a los españoles tras la cacería de Botswana.
Pero, con la mayor urgencia
posible, sus asesores y el propio Rajoy deberían hacerse con las dos primeras
temporadas de El Ala Oeste de la Casa Blanca. En esa magnífica serie televisiva
aprenderían que, para convencer, primero hay que saber comunicar. En esta
asignatura, el ministro Wert debería
aplicarse con su jefe. Y después intentar arreglar nuestra maltrecha educación.
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