martes, 19 de marzo de 2013

Deserción en masa de la ESO de los mil euros

 
Decimos que no hay curro, pero cuando nos pagan por estudiar miramos para otro lado. Y como eso de hincar los codos no mola, mejor que lo hagan otros. Que se lo digan a un millar de parados extremeños, de 18 a 25 años, que se apuntaron a la ESO de los mil euros y no llegaron ni al primer examen.
 
Se matricularon junto a otros 1.500 desocupados –que tiene su aquel–, vieron de lo que iba la cosa –tenían que aprobar varios exámenes para cobrar el dinero que pagaba el Gobierno regional– y dijeron que aquello no iba con ellos.
 
Ni cobrando por estudiar, porque no hay quien haga carrera de nuestros ni-nis. Y es que la experiencia de Extremadura es para nota, ya que tenían previsto cubrir 3.900 plazas y, después de la epidemia de renuncias, sólo quedan 1.500 valientes. Y ya veremos los que acaban.
 
Pero, claro, ¿para qué empollar si podemos filtrar las preguntas y llevarnos la pasta gratis? Pues –dicho y hecho– en Facebook que terminó uno de los exámenes. Y con el Gobierno regional y la oposición tirándose los trastos a la cabeza. Por no variar, que da igual quien ocupe la Presidencia.
 
El papelón de la Consejería de Educación también es digno de estudio. Porque, para justificar el fracaso, asegura que la deserción de estudiantes ha sido similar a la registrada en la formación de adultos. Un 40% nada menos. Pues muy bien. Se quedaron tan panchos y, que se sepa, nadie ha presentado la dimisión.
 
Analizando la situación, es lógico que los ni-nis extremeños prefieran seguir disfrutando de más lunes al sol. Se trata de esperar a que vengan los de EuroVegas, que van a crear 50.000 puestos de trabajo en la construcción.
 
Si no son los casinos del magnate norteamericano, ya nos lanzaremos a construir nuevas urbanizaciones en la costa. Así, llenaremos de cemento Marina de Cope y la playa de Valdevaqueros, en Tarifa. Y también acabaremos de tabicar el adefesio de El Algarrobico, que ya va siendo hora.
 
Por eso, como en Madrid lo tienen casi todo construido, no puede extrañarnos que el espíritu olímpico esté de capa caída. Porque el ladrillo es lo que nos va. Y después… ¡Al casino!


 

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