sábado, 6 de abril de 2013

España es el país de los muertos vivientes

 
España se ha convertido en un país de muertos vivientes. Si no, que miren en Santa Cruz de Tenerife donde 15.300 zombis han poblado las calles desde 1996, cuando el Ayuntamiento empezó a inventarse vecinos para trincar más fondos públicos. A ver si ahora le va a dar al Instituto Nacional de Estadística (INE) por tirar de la manta y descubre que en España hay tres o cuatro millones de habitantes menos.
 
En ese caso, se entendería el último informe de La Caixa, según el cual vivimos en el Reino de la Alegría, con una tasa de riesgo de pobreza infantil del 4% frente al 10% de la Unión Europea. Y también comprenderíamos por qué, pese a nuestra enfermiza corrupción, aquí no se mueve nadie, salvo los de Stop Desahucios. Y es que España es un fiambre que huele muy mal desde que se empezaron a caer los ladrillos.
 
A un país que sigue pagando la póliza de los muertos y se empeña en remover fusilados y fosas comunes, es lógico que no le salga la cuentas de los vivos. Sobre todo cuando se trata de meter la mano en la caja o ir a votar. Porque ahí nuestros pueblos se pueblan de walking dead con la papeleta lista para elegir al alcalde de turno. Y es que, ya en las últimas elecciones municipales, el INE se mosqueó tanto, con el sorprendente aumento del censo en 241 pueblos repartidos por toda España, que empezó a pedir información.
 
Pero, claro, el muerto al hoyo –hasta las próximas elecciones– y el vivo al bollo. Porque –como aquí no escarmentamos– unos meses antes de las próximas municipales volveremos a estar en las mismas. Si no hemos desaparecido antes en una eutanasia colectiva o nos largamos todos a Alemania.
 
Con tanto fantasma pululando por nuestras calles –y huyendo de los periodistas, como el cada vez más cadavérico Urdangarin– tampoco sería de extrañar que lo de los seis millones de parados fuera un camelo. Y que entre la población activa haya otros cuatro o cinco millones de espectros. Quizá por eso no le salen las cuentas a Montoro, empeñado en apretar la soga mientras echa la mano al bolsillo de los españoles.
 
Así no es de extrañar que al PP le visiten los fantasmas del pasado –reencarnados de narcotraficantes– y que el PSOE no salga de la UVI. Y es que estamos para que nos lleven al cementerio de elefantes, con su regia majestad a la cabeza.

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