Llevamos casi seis años en
crisis y no dejamos de engordar. Si es que los españoles no tenemos remedio. Y,
encima, el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente –ése que nos aconseja ducharnos con agua fría para
ahorrar y sigue llamando soviéticos a los rusos– se gasta 209.403 euros en
restaurar el ascensor. Dando ejemplo.
Como sigamos así, vamos a
terminar siendo un país de desahuciados nutricionales. Debajo de un puente, con
sobrepeso y hechos un asco. Porque, según un estudio del European Journal of Preventive Cardiology, a
los treinta años ya padecemos enfermedades –como la diabetes y la presión
arterial– que antes sólo empezaban a notar los cuarentones.
Y
es que vivimos en un país partido en dos hasta por el sobrepeso. Así, la mitad
de los españoles están rollizos, ahogados e incapaces de subir en condiciones
más de dos plantas de escaleras. Mientras tanto, la otra parte se calza las
zapatillas y se coloca las mallas para darse un garbeo por el parque más
cercano. Pero así –y con unos infancia que se atiborra de chuches y pastelitos
mientras le da a la Play– no
vamos a ninguna parte.
En
nuestros colegios hace tiempo que se instauraron los días de la fruta. Pero, ni
con esas, porque resulta que los críos vuelven a casa y se van directos a la
televisión, el ordenador o la videoconsola. Y cuando llega el fin de semana, se
pasan –según los promotores de un plan del Gobierno
hecho público ayer– seis horas, por lo menos, dándole a la maquinita.
Desde
1993 hemos duplicado el número de personas que tienen el colesterol por las
nubes y los ictus –que hace unos años se veían como cosas de viejos– ya se han
convertido en algo familiar. Mientras tanto, seguimos echando a la basura una
cantidad indecente de comida en buen estado. El año pasado, por ejemplo,
tiramos la friolera de 7,7 millones de toneladas, nada menos que 163 kilos por
persona.
En
el país de los coches oficiales –el año pasado andábamos por los 22.500 vehículos
que nos costaban más de 60 millones de euros–, no dejan de recortarnos
derechos, libertades e ilusiones. Pero a medida que nos hacemos más pobres no
dejamos de engordar. Y es que España
es un gran pavo de Navidad listo
para que la señora Merkel saque el
cuchillo y nos trinche de una vez.
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