Si un
español se encuentra 1.000 euros y los devuelve, además de pensar que está
loco, le ponemos un monumento. En Noruega, en cambio, dos adolescentes se
topan con un bolso que contiene 467.000 coronas –unos 62.000 euros– y el debate
se centra en si deben recibir el 10% que marca la ley. Aunque el dinero provenga
de actividades turbias.
En Noruega,
los lectores de la edición digital de Aftenposten, el periódico de Oslo
que publica hoy la noticia –incluyendo la foto de uno de los jóvenes– no se
extrañan de la cívica devolución. Vamos, que se expresan como honestos
nórdicos.
En España,
por el contrario, los internautas tiran de sarcasmo. Así, desde que habría que
donar la pasta a la Fundación Noos, de Urdangarin, hasta que los
muchachos corrieron a devolver el dinero tras ver a Montoro por la tele, se puede leer de todo.
Y es que
entre noruegos y españoles hay una distancia sideral. Sobre todo, si pensamos
que aquí uno de cada cuatro jóvenes es ni-ni,
el triple que en Noruega. Si a esto le añadimos que el paro juvenil
alcanza en España un dramático 60% resulta heroico encontrar al buen
samaritano que llame para devolver una cartera perdida en la calle.
Nuestra
juventud está desorientada. Tanto, que una niña bien de Santiago de Compostela organiza una fiesta de cumpleaños para celebrar su mayoría de
edad en una casa rural y la cosa deriva en un aquelarre donde se
intenta hacer una hoguera en uno de los baños.
Y, claro,
así es normal que los noruegos se hayan apuntado a la noble tarea de apadrinar
niños españoles. En éstas estamos, arrasando negocios rurales mientras decenas
de noruegos contribuyen a sostener con 400 euros mensuales a familias
españolas, cuyos niños apadrinan como antes hacíamos nosotros con los críos de Biafra
o Etiopía.
Con los
62.000 euros que se encontraron los jóvenes escandinavos viven todo el año
cuatro familias españolas de lo más común. Así lo decía, en 2012, el Instituto
Nacional de Estadística. Y con los sueldos en caída libre va a resultar que
la bolsa abandonada en un tren de cercanías noruego es el tesoro de Los
Mayas.
Así,
pensar que los cafres que destrozaron la casa rural en la fiesta compostelana
no son la excepción, sino que la salvajada se está generalizando –según la Guardia
Civil– es para echarse a temblar. Y rogar que los noruegos vengan a
rescatarnos. Yo, para empezar, pido que me apadrinen.
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