Vivimos en un país de
escaqueados donde nunca tenemos la culpa de lo que pasa. No hay más que ver a Rajoy, cuyo Gobierno es una máquina de crear parados, pero le echa el mochuelo
a la Merkel. O Montoro, que no deja de meternos mano al bolsillo porque no tiene
más remedio.
El caso es que otro cargue con
el muerto. Y si es el jefe, mejor. Porque al mínimo problema –a mí, que me
registren– estamos mirando para otro lado. Y si esta práctica ya era una
tradición, ahora que nos damos dentelladas los unos a los otros, no puedes
fiarte de nadie.
Por eso, un ascenso es un
caramelo envenenado y convierte al afortunado en el chivo expiatorio perfecto. Si
antes era un sufrido compañero nuestro, de la noche a la mañana se ha
convertido en un cretino que nos da órdenes. Y todo porque es familia de
alguien, un pelota o un inútil con suerte.
Lo peor para ese incauto es
que ahora se las lleva de todos los colores y por el mismo sueldo. Es lo que
tiene la crisis, que asciendes cobrando igual –en el mejor de los casos– o te
dan una patada en el culo para aplicarte la reforma laboral.
Así cualquiera se resistía a
endilgarle un paquete de preferentes a un anciano que no sabía leer. Porque la
culpa, como siempre, la tiene ese jefe que nos presiona para vender más.
Mientras la víctima tenga
más de ochenta años, sufra de Alzheimer
o sea analfabeta, la cosa –mirando para otro lado– se sobrelleva. Pero cuando
el timado es un policía municipal con malas pulgas y 300.000 euros en la nube,
el asunto se pone feo y puede acabar como el rosario de la aurora.
Como mínimo, con unas
cuantas cuchilladas. Como le ha pasado a un antiguo trabajador de Bankia –prejubilado a los 55 años, ésa
es otra– a quien han dejado en Valencia
como un queso Gruyere. Y no será el
único.
Nunca asumimos
responsabilidades. Así, nos pasamos la vida atizando a otros. Lo mismo que a
los árbitros del fútbol, que hace años dejaron de ser hombres de negro, pero que
están más estigmatizados que Aznar.
Y, claro, siempre pitan en contra de nuestro equipo. Faltaría más.
¿Por qué será que a los españoles nos tiene manía todo el mundo?