miércoles, 8 de mayo de 2013

Estamos como Di Stéfano, buscando el paraíso

 
Nos pasamos la vida buscando el paraíso, igual que los hijos de Jordi Pujol. Y cuando parece que lo hemos encontrado, como Alfredo Di Stéfano, va la familia y nos quiere chafar la boda con la joven secretaria. Y es que vivimos en un estado de permanente contradicción.
 
No hay más que ver a Montoro, que nos fríe a impuestos mientras que 33 de las 35 empresas más importantes que cotizan en la Bolsa se llevan la pasta a paraísos fiscales. Porque ahora resulta que, a través del Impuesto de la Renta, Hacienda recauda lo mismo que en 2008, pero con tres millones de trabajadores menos. A eso se le llama exprimir al contribuyente y lo demás es cuento.
 
Cuando empezamos a decir que veíamos los documentales de La 2, mientras que los programas de telebasura subían como la espuma, dictamos nuestra sentencia. Después nos dio por mentir en las encuestas para acabar suspendiendo al Rey. Porque también somos muy envidiosos. Y ya, cuando Rajoy comenzó a saltarse a la torera su programa electoral, fuimos conscientes de lo mal que estamos.
 
Ahora hasta Perico Delgado, que se ha jugado el tipo en las carreteras de media Europa, está en contra de que los ciclistas se pongan el casco por la ciudad. Y tampoco hay manera de entender a la Justicia, que empura a la Pantoja y dice que la Infanta Cristina no se enteraba de los negocios de su marido. Así, no es de extrañar que tiremos por la calle de en medio y cada día haya más coches circulando sin pasar la ITV.
 
Un país que tiene tres millones y medio de casas vacías, pero donde hay un desahucio cada quince minutos está para que lo trate una legión de psicólogos. Y para que lo ayuden. Como a Urdangarin, a quien le han paralizado durante los próximos cuatro años el pago de su hipoteca. Un tipo con suerte.
 
En España somos tan contradictorios como el Madrid y el Barça. Hace dos semanas eran la envidia universal, pero después de que los alemanes nos dejaran hechos unos zorros, ya no sirven para nada. Y va a resultar que tendrán que cambiar a los figurones por figuritas, lo mismo que a nosotros nos van a quitar los billetes bin laden y habrá que conformarme con los nuevos de cinco euros.
 
Estamos perdidos y ya no creemos en nada. Si es que, por no tener, ya no hay ni ganas de protestar. Y el paraíso se llama llegar a final de mes.
 

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