El paro
juvenil es una vergüenza nacional. Pero resulta que el médico que atendió a las
cinco muchachas que murieron en el Madrid Arena, la noche de Halloween,
tenía 72 años. Y su auxiliar, el que debía ayudarle a reanimar a las víctimas,
ya había cumplido las 81 primaveras.
Un
disparate más en esta España que, desde 2008, ha obligado a hacer las
maletas a 300.000 jóvenes con formación. Y así, como no hay manera, resulta que
56 de cada 100 menores de 25 años se pasan las semanas viéndolas venir.
El
octogenario que debía atender a veinteañeros de marcha, a las tantas de la
madrugada, es la metáfora de un país condenado a unas pensiones menguantes. Porque
expuestos a cualquier timo de nuestra ilustre banca, y sin un lugar seguro donde
guardar la hucha, no va a quedar más remedio que trabajar hasta que el cuerpo
aguante.
Convertidos
en venerables ancianos, aquellos que conserven el curro como quien tiene un
tesoro, harán una pedorreta a los achaques y echarán horas para mantener a los
hijos. Y se quitarán de sus últimos vicios para que los nietos, que verán el
trabajo como a esa novia imposible, hagan botellón de vez en cuando.
A este
paso, tener un viejo en casa será todo un chollo. Y habrá que mantenerlo vivo
como sea. De ahí, que si los mandamases de Europa no aflojan vamos a
acabar como los griegos, donde hace un par de años cazaron a cerca de 20.000
familias que seguían cobrando la pensión de alguien que ya estaba criando
malvas. Pero cuando la necesidad aprieta hasta los muertos bailan.
Cómo
estará la cosa, que ni los paisanos de la Merkel se libran de la
miseria. Porque el año pasado más de 800.000 mayores de 65 años estaban
enganchados a un minijob para llegar
a final de mes. Y es que, según publicaba hace unos días el periódico Bild
–el de mayor tirada en Europa– la mitad de los jubilados alemanes no
llegaban a los 700 euros de pensión.
Nosotros,
a falta de trabajo oficial, nos buscamos la vida –jubilados incluidos– en la economía
sumergida. Y lo hacemos a base de bien porque, según un estudio de Visa,
acabaremos el año con un volumen de 195.600 millones de euros escaqueados a Montoro.
Y es que en eso de intentar engañar al fisco también somos campeones y le damos
sopas con onda a los alemanes.
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