El
Camino de Santiago arrasa este año. Nada menos que un 40%
aumentó el número de peregrinos durante el primer trimestre del año. Y este
segundo, que está a punto de cerrarse, también promete unas cifras
espectaculares. Lógico, porque no hay quién coja el coche y eso de irse a un
hotel, ni una semanita, está al alcance de muy pocos. Así que carretera y manta.
Pero, como en el coche de San Fernando,
un ratito a pie y otro andando.
Vamos, que en un país con
más de seis millones de parados y un salario anual medio de 15.000 euros –quien
tenga la suerte de pillar una nómina todos los meses– lo que te pide el cuerpo
es calzarte el traje de peregrino y echar a andar. Y, para eso, la ruta compostelana
se las pinta como ninguna.
Los que quieren iniciar ese
viaje interior, muy bien. Aquellos que van en busca del apóstol, desesperados y
a ver si les echa una mano, pues también. El caso es ponerse en marcha porque
algo habrá que hacer.
Y es que, como la cosa siga
así, van a multiplicarse los Caminos de Santiago
ahora que se ha visto que el viaje a Alemania no es lo que prometía.
Porque –lo acaba de decir la Merkel–
allí no pueden dar empleo a todos los jóvenes españoles y dos de cada tres que
emprenden la aventura acaban fracasando. De vuelta antes de tiempo, con las
orejas gachas y sin aprender alemán.
Pues nada, habrá que pedirle
al patrón de España que a Montoro no se le ocurra poner un
impuesto especial a los caminantes. Y es que el ministro de Hacienda nos viene ahora con un nuevo
sablazo, a cuenta de los aires acondicionados. Otra vuelta de
tuerca después del frío que hemos pasado este invierno porque a ver quién
encendía la calefacción con la luz y el gas por las nubes.
Este verano volveremos a los tiempos del
botijo, el abanico y el porrón fresquito. Porque al Gobierno, menos mal, no le ha dado por subir la caña de cerveza y
el tintorro, esos remedios donde el español pobre siempre termina ahogando sus
penas.
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